30/11/12

2x1: Looper (2012) / Sinister (2012)

Looper (2012)


En el año 2074 los viajes en el tiempo están prohibidos. Sólo los utilizan las organizaciones mafiosas para deshacerse de sus víctimas sin dejar rastros. De esta manera los envían al año 2042, donde un grupo de asesinos a sueldo llamados Loopers los matan y eliminan toda evidencia. Pero los loopers deben cumplir con una regla estricta: al llegar al 2074, luego de 30 años viviendo sin problemas económicos, deben ser enviados al pasado para ser eliminados. Cuando a Joe (Gordon-Levitt) le llega el turno de eliminar a su yo futuro (Bruce Willis), un error acontece y éste escapa. Tiene las horas contadas para encontrarlo antes de que un grupo de control lo mate para subsanar el problema.

Looper comienza de manera frenética, emocionante, pero llegando a la mitad de la historia el tono cambia bruscamente. Lo que parecía ser una película de acción se transforma prácticamente en un drama, sin dejar de lado el componente de ciencia ficción. No es que lo que pasa a partir de allí deje de ser interesante, pero el descenso imprevisto del ritmo termina perjudicándola. Pasamos de ver una película a otra muy distinta. La persecución de fondo ayuda a que los bostezos no acaben con nosotros, pero el exceso de diálogos y momentos de “calma” terminan siendo anticlimáticos.

No evaluaré si existen incoherencias (todas las películas de viajes en el tiempo las tienen), ni discutiré el polémico “homenaje” a Terminator y a otros filmes de género. Sí diré que, a pesar de ciertos detalles, es una película altamente recomendable, entre otros motivos para disfrutar de la excelente escena donde el viejo y el joven Joe se encuentran y mantienen una conversación de derivaciones impensadas.


¡ASÍ SÍ!: Interesante propuesta llena de momentos que impactan. Una historia atrapante que combina acción, al drama fatalista e incluso poesía. Excelente trabajo actoral de los protagonistas.

¡ASÍ NO!: Hacia la mitad la historia se desacelera bruscamente y el sacudón no pasa desapercibido.






Sinister (2012)


Ellison Oswalt (Ethan Hawke) es un escritor en decadencia, especializado en libros sobre crímenes no resueltos. Buscando un nuevo éxito editorial se muda a una casa aparentemente inocente, pero donde cuatro de los cinco integrantes de una familia fueron encontrados ahorcados en el jardín. El cuerpo de la quinta víctima, la hija menor,  nunca fue hallado. Mientras investiga sobre el caso (del que su mujer e hijos no saben nada), halla una caja con cintas grabadas en super 8 y un proyector. Cintas que registran con crudeza el asesinato de familias enteras a lo largo de distintas décadas. Obsesionado con lo que vé, pronto siente que no está solo en la casa, y que el fantasmal asesino lo acecha cada vez que cae la noche.

Sinister vino precedida por muy buenas críticas, consecuencia tal vez del mediocre nivel que el género de terror está ofreciendo en los últimos tiempos. Lamentablemente dichas críticas han exagerado una película que no por bien hecha deja de ser absolutamente convencional. Encontramos influencias obvias de cintas como Amityville y La llamada, además de los clichés que ya aburren: niños sensibles a las apariciones fantasmales, áticos tenebrosos, videos caseros, el experto ocultista que arroja un poco de luz, etc.

También se detectan incoherencias o situaciones inexplicables, más allá de la temática: ¿cómo es posible que el protagonista grite y grite en medio de la noche sin que su  esposa e hijos lo escuchen?
Pero lo que más molesta es que para asustar recurran a los dichosos golpes de sonido inflama-tímpanos, clara evidencia de falta de recursos argumentales.

Lo mejor del film está en los cortos que el protagonista encuentra, filmados de manera sucia y realista y acompañados de una excelente banda sonora que provoca escalofríos. El toque de humor, aportado por un policía local, también contribuye a darle impulso a una historia que no necesitaba durar 110 minutos.
El clima inicial prometía algo mejor, pero la historia termina abundando en recursos que sólo son del agrado de los muy jóvenes o de los muy asustadizos.


¡ASÍ SÍ!: Destacable actuación de Ethan Hawke. Interesante banda sonora y bien recreadas las filmaciones de los crímenes.


¡ASÍ NO!: Una más de fantasmas que toma demasiados recursos prestados. El “asesino” ofrecía un potencial mayor.








26/11/12

Música: Jack Sparrow (The Lonely Island, 2011)

"The Lonely Island" es un grupo cómico estadounidense oriundo de California, compuesto por Akiva Schaffer, Jorma Taccone y Andy Samberg. Conocido por sus graciosas parodias musicales, el grupo fue contratado para mostrar su arte en el famoso programa televisivo "Saturday Night Live".

 A continuación podrán disfrutar de una verdadera joyita, el videoclip "Jack Sparrow", creado y producido por The Lonely Island, con la participación especial de Michael Bolton en el papel de un cinéfilo patológico. Imperdible. Gracias a JP por el dato.

21/11/12

Terry Pratchett - Choosing to Die ( Eligiendo morir )

Terry Pratchett es uno de los más populares escritores de fantasía y ciencia ficción, siendo la saga de Mundodisco (con cerca de cuarenta títulos publicados hasta la fecha) su obra más reconocida. Hace tres años, a los 59, le diagnosticaron Alzheimer prematuro. Tal vez pensando en futuras acciones, protagonizó un documental para la BBC muy controversial, donde expone su postura a favor de la eutanasia y registra la muerte asistida de Peter Smedley, un hombre de 71 años con un gravísimo problema neuro-motor.

Este film británico acaba de ganar el premio Emmy Internacional en el rubro mejor documental. Un testimonio muy duro que revela el costado más serio de este gran escritor.


19/11/12

Entre lo fantástico y lo maravilloso

Muy buen artículo que analiza los contenidos de la literatura fantástica, autoría de Natalia González de la Llana Fernández.



La creatividad es, sin duda alguna, una cualidad que goza de buena prensa. Ese don que nos permite movernos más allá de las fronteras que la realidad nos impone y nos lleva a descubrir algunos de los secretos que la naturaleza nos oculta, o a desarrollar ideas que transgreden los límites de nuestra experiencia cotidiana, caracteriza en gran parte nuestra humanidad y nos diferencia cualitativa y cuantitativamente de otras especies.

Es famosa la afirmación de Albert Einstein de que la imaginación es más importante que el conocimiento. La imaginación, la fantasía, nos ayudan a contemplar lo que nos rodea desde una perspectiva original y novedosa, nos ponen ante los ojos soluciones impensables a problemas que parecían no tener respuesta posible, nos abren la puerta a mundos paralelos que nos hacen reflexionar sobre el universo en el que vivimos y replantearnos los valores en que basamos nuestra existencia.

Y, sin embargo, curiosamente, en el ámbito de la literatura o de la ficción en general, lo fantástico ha sufrido a menudo el desprecio de los que defendían la superioridad de las narraciones realistas, más serias, más importantes. La fantasía ha sido minusvalorada por “contar mentiras”, por alejarnos de la realidad, como si el producto de nuestra mente no formara también parte de nuestra realidad.

Se pueden encontrar elementos fantásticos en la literatura de todos los tiempos, fenómenos sobrenaturales que distinguen ciertos relatos de otros que pretenden mostrarnos nuestro entorno tal como lo conocemos.

Frente a autores como Pérez Galdós, que ofrece en sus novelas un retrato de la sociedad española del siglo XIX, Edgar Allan Poe, Julio Cortázar o J. R. R. Tolkien describen situaciones, personajes o historias que no tienen cabida en un mundo regido por las leyes que definen el nuestro.

Sin embargo, todas estas narraciones son también, como es obvio, muy diferentes entre sí. ¿Es, entonces, literatura fantástica cualquier obra que tenga un elemento sobrenatural? ¿Nos encontramos ante un mismo tipo de ficción cuando nos enfrentamos a una historia que se desarrolla entre elfos, enanos y otras criaturas feéricas en un contexto como la Tierra Media que cuando leemos un relato en el que un hombre comienza a vomitar conejitos, como le ocurre al protagonista de Carta a una señorita en París?

David Roas nos dice que para que una obra pueda ser considerada como literatura fantástica no basta con que aparezca lo sobrenatural de forma anecdótica: tiene que encontrarse en la base de la historia. Este género literario no puede funcionar sin la presencia de lo sobrenatural entendido como lo que transgrede las leyes del mundo real. Por eso la trama se sitúa en un espacio similar a él, un espacio cuestionado por un fenómeno que hará dudar al lector sobre la consistencia de lo que le rodea.


En ese sentido, el cuento mencionado de Cortázar sí sería un texto fantástico, puesto que nos relata una historia que tiene lugar en nuestro mundo, pero que transgrede sus leyes, ya que no parece muy habitual que nadie se ponga a vomitar conejitos como si tal cosa. Esta transgresión que también encontramos en los cuentos de terror de Allan Poe o en la narrativa corta de Jorge Luis Borges, por citar algunos ejemplos, no puede dejar impasible al lector, que se ve obligado a replantearse su concepto de lo que es real y lo que no, que tiene que enfrentarse a la posibilidad de que el universo que lo envuelve no corresponda con la imagen que se había formado de él.

Por eso se puede afirmar que la inquietud o la desazón son elementos fundamentales de lo fantástico. Tanto el personaje como el lector se quedan perplejos ante la idea de que lo sobrenatural se haya producido efectivamente, de que la estabilidad de su mundo tal como lo han concebido hasta ese momento se resquebraje ante sus propios ojos. ¿Cómo no llegar a dudar de lo que nos rodea e, incluso, de quiénes somos?

Frente a la presencia de este “miedo” y el desenlace normalmente trágico, como la muerte o la locura, que caracterizan a la verdadera literatura fantástica, nos encontramos otro tipo de literatura de fantasía que, sin embargo, es bastante diferente de la que acabamos de describir. Es lo que los críticos han dado en llamar literatura maravillosa (un ejemplo evidente sería El señor de los anillos). Esta forma de ficción se desarrolla en un mundo secundario, cuyas leyes no son las mismas que rigen nuestro universo, y tiene un final feliz en el que el bien se impone al mal.

En este género, lo sobrenatural no entra en conflicto con nuestro concepto de realidad. Los magos, los dragones y las hadas que aparecen en los cuentos populares no son fantásticos en la medida en que no cuestionan nuestro mundo. Los personajes que habitan estas historias aceptan los encantamientos y los sucesos extraordinarios de todo tipo como algo normal. Lo sobrenatural desde la perspectiva de nuestra realidad es, por tanto, plenamente natural en el nuevo mundo inventado.

Si, tal como afirmábamos antes, la ficción fantástica tiene, en algunos círculos, menos prestigio que la realista por ser considerada como una forma de evasión, lo maravilloso está aún un escalón por debajo de ella. Al fin y al cabo, los autores que se han dedicado a la literatura fantástica se encuentran dentro del canon y aparecen en todas las historias de la literatura. Mientras que el género de lo maravilloso, la llamada high fantasy en inglés, queda habitualmente relegada al ámbito de la paraliteratura, de la ficción popular, que para algunos es prácticamente lo mismo que decir que se trata de textos de escasa calidad artística.

Ya hemos dicho que la literatura fantástica pretende, de algún modo, hacer reflexionar sobre la naturaleza de lo que llamamos realidad, pero ¿qué nos aporta la literatura maravillosa? ¿No busca esta, efectivamente, una huida hacia otros universos, poblados de elfos y otras necedades inexistentes? ¿No nos invita a refugiarnos en una burbuja absurda solo apta para los más jóvenes o los menos cultos?

En La infancia recuperada, Fernando Savater, parafraseando a Walter Benjamin, nos explica que el interés práctico y el consejo sapiencial forman parte del carácter esencialmente esperanzador de la narración (entendiendo esta como un género opuesto al de la novela burguesa). La utilidad de estas narraciones puede ser una moral, un proverbio o una regla para la vida, pero, en cualquier caso, el narrador es alguien que da un consejo al que lo escucha. La aventura del relato se toma como propia, y el narrador se basa en su propia experiencia o en la fidelidad a la memoria que conserva su sabiduría para señalar al oyente los peligros que puede encontrarse en el camino e indicarle cómo superarlos. La novela moderna, por el contrario, nace para contar la desazón del hombre traicionado por todas las historias, por la memoria misma.

En la narración, tal como dice Savater, al héroe todo se le vuelve bien, nada malo puede pasarle, incluso aunque sea derrotado, algo que algunos entienden como una ingenuidad digna de burla: “pero no: noble y generosa ingenuidad, nacida libre, que aún no separa el bien del triunfo del bien, ni el mal de la derrota del mal y hace que el héroe avance seguro e invulnerable hasta el corazón mismo del infierno, probando aun allí que, a fin de cuentas, el bien es lo más práctico, lo más verdadero, lo único con que se puede efectivamente contar y que ni la muerte puede desmentir tan relampagueante evidencia”.

¿No podemos entender la obra de Tolkien como una narración en el sentido de Benjamin? ¿No son los relatos épicos de la Tierra Media una orientación para la vida como lo eran los cuentos populares o las leyendas antiguas? Seguramente muchas de las obras que pertenecen a este género son de segunda clase y se limitan a repetir esquemas y tópicos, pero no nos engañemos, eso ocurre también en la literatura más realista: los relatos de calidad son la excepción.

Y, sin embargo, hay novelas como las firmadas por este autor británico, filólogo y especialista en literatura medieval, que conservan la sabiduría transmitida de generación en generación por las historias tradicionales, y que tienen, además, un carácter iniciático y preparan para la vida.

El triunfo final, el final feliz no son muestra de un infantilismo ridículo, sino que, como el propio Tolkien nos dice en su ensayo sobre los cuentos de hadas, tienen una función consoladora. La “eucatástrofe” es, en su opinión, la función más elevada y la forma natural de este tipo de relatos. Por más peligros o infortunios que encuentre el héroe, la narración siempre dará un giro que lo conducirá hacia el éxito. No se niega la existencia del dolor ni del fracaso, puesto que estos son necesarios para disfrutar de la alegría de la liberación. Rechaza, eso sí, sin embargo, incluso contra toda evidencia, la derrota definitiva universal, y se convierte así es un “evangelio” que ofrece esperanza al lector.

Dice el refrán que sobre gustos no hay nada escrito (aunque, en realidad, han corrido ríos de tinta sobre los gustos “correctos” e “incorrectos”), y, en ese sentido, cada cual es libre de leer lo que le plazca y de sentirse atraído por un tipo de ficción u otro. Pero desprestigiar a la ligera ciertos géneros como escapistas o superficiales dice, a mi entender, más sobre el crítico que sobre el texto comentado. La literatura fantástica, hija de nuestra modernidad, nos invita a cuestionarnos nuestra idea del mundo y con ello nos inquieta, mientras que la literatura maravillosa, heredera de nuestras tradiciones más antiguas, nos sirve de guía y nos asegura que, en contra de todas las apariencias, se puede vivir desde la esperanza.



Natalia González de la Llana Fernández

www.unesqueletoenelescritorio.blogspot.com

16/11/12

Realismo metafórico

Así define su obra el pintor Vladimir Kush. Nacido en 1965 en Moscú, es un pintor surrealista que se reconoce fuertemente inspirado por Salvador Dalí, algo que en ciertas pinturas se nota demasiado. A continuación parte de su asombrosa obra. Gracias a JP por el dato.



























14/11/12

Animados: Hominid (2012)

Hominid es un adelanto de un corto en preparación, producido por Ex’pression College for Digital Arts y basado en los fotomontajes del artista estadounidense Brian Andrews. Para los mismos utilizó imágenes de rayos X de humanos y animales que datan del 2005. Inquietante y bello a la vez.











13/11/12

Las hadas de Brian Froud (parte 2)

Nueva entrega con más hadas "atractivas" de Brian Froud, la última antes de conocer a los espantos del bosque.  Froud fue el director artístico de películas tan importantes como "El Cristal Oscuro" y "Laberinto", ambas de Jim Henson, y coautor junto a Alan Lee del clásico libro de ilustraciones "Hadas", de 1978, publicado en casi todo el mundo.